
... por unos días me quedé mudo de palabras y sin colores en la paleta. La primavera, caprichosa, me revuelve a su antojo de nuevo. Esta temporada el cóctel fatal es la combinación de antiguos resfriados mal curados con brebajes de última generación. Por defecto, todo sigue bien, los ciclos siguen puntuales a su acometido.
Me doy cuenta que tengo los lápiz de colores en el bolsillo, no los veo, pero si puedo oler su color, y las palabras que guardo en el cajón de mi corazón, están debajo. Cuando intento sacar un lápiz, la suerte me da el de color negro y las palabras no se atreven a salir.
Me cuesta, mi amigo y compañero no lo entiende, porque, por esta ventana, se ven bonitos paisajes, nublados y con tormentas, eso sí; pero después, todo se está mucho más verde, mucho más bonito, los colores brillan de contentos. Tiene que llover, más, mucho más, y que se lleve lo malo, y traiga lo bueno, para que pueda seguir creciendo.
Sabía que llegaría este momento, pero dude de mí justo cuando apareciste, tuve miedo de fallar en la práctica, pero ¿sabes qué? ¡que no! que no me volverá a suceder lo que antes, que no dejare que te me lleves más, ¡ni ahora ni nunca! No fallaré, porque estoy lleno, con el tiempo se me ha ido acumulando, tanto que me estaba ahogando con él; mi corazón rebosa, siempre ha estado aquí, pero no se porque se volvió invisible a mis ojos. ¿En que estaría pensando? Lo que voy hacer para que no se me olvide, es dar y repartir, más y siempre más. Por aquí se que no me equivoco, y aunque hay muchos caminos para elegir, sé, sin duda alguna, que pase lo que pase, que esta es la estrella que me guiará en esta aventura. Lo siente mi pulso cuando escribo estas palabras.
No me cansaré de decíroslo, ¡os quiero!
Foto: Playa de Laga (Euskadi), julio del 2005.