7 de enero de 2009


Son la una, llego puntual a nuestra cita en la cafetería-restaurant Sensaciones que hay en el sesenta y… ocho de la calle Entrepiernas. Los cristales están empañados, a penas se ve nada desde fuera, así que no se si ya has llegado. Según abro la puerta te veo, al fondo, mientras el camarero te sirve una cerveza. Tú rechazas la copa. Yo por lo pronto ya elegí mi mesa, nos separarán unos ocho o nueve metros, pero estaremos sentados frente a frente, tal y como acordamos, para poder observarnos bien. Te percatas de mi presencia cuando llamo al mismo camarero que te ha servido y le pido una copita de vino blanco. Un pequeño salto te da el corazón al escuchar mi voz y tienes que dejar el sorbo a medias para no atragantarte. Cruzamos miradas y a los dos se nos cuela una tímida sonrisa que se dibuja justo en las comisuras de los labios.

Vistes alegre, elegante (inevitablemente por tu forma de ser), aunque con cierto aire hippy. Botas planas de piel girada verdes con una forma tribal tejida que me recuerda a una flor. Medias rojas y vestido verde. El top de color rojizo sólo te tapa los brazos y dibuja un escote que muestra tu tersa piel morena y un colgante que pretende, inútilmente, captar la mirada. El pelirrojo pelo rizado te cae hasta la altura de los pechos y te los roza a cada movimiento de la cabeza. Impresionas más al natural. Esta mirada uno se la puede imaginar en fotos, pero no puede sentir la fuerza que tiene, así que cambió buscando refugio en otra chica que está sentada un poco más allá e ignora lo que sucede.

Yo visto a mi estilo, despreocupado, holgado, por lo que siempre da margen a que una pueda soñar en la forma de mi cuerpo. Zapatillas deportivas, pantalón de pana marrón y jersey de lana gorda de color gris. Barba de unos pocos días y el pelo vagamente recogido. La bufanda la guardo por el momento con el bolso de lana que me acompaña a todas partes. Me siento cómodo y a gusto, y mi tez así lo refleja. Tú lo apruebas haciendo un gesto con la cara después de que tus ojos me compararan con las fotos que han visto de mí.

Chupas de la botella tragos cortos, excepto el último, que lo alargas para terminar ya con el zumo de cebada y además me regalas otra de tus miradas que hacen estremecer mi cuerpo, aunque tú, de ello, no te das cuenta y esta vez si te sigo el juego por lo que entreveo una sonrisa cómplice. El juego de miradas y sonrisas nos pierde y quedamos enrollados, cada cual, en el plato de espaguetis que nos han traído. Fina y delicadamente te pasas la servilleta por los labios, justo antes me habías obsequiado con un tremendo movimiento de lengua que me deja clavado, con la boca abierta y el tenedor enrollado de pasta. En mi interior puedo sentir como la energía llega a todas las partes de mi cuerpo.

Cuando de pronto, separas bruscamente la silla de la mesa y te levantas. Me quedo sin aire. Me miras y me sonríes el segundo antes de girar la cabeza y dirigirte al baño. Me habías leído el pensamiento. Nunca habría podido evitar mirarte al andar y buscar el movimiento de tu culito. Hábil y pícara, te aseguras, antes de perderte por la puerta, que te estoy mirando. La sorpresa te la llevas cuando al abrir la puerta del servicio para salir, nos encontramos sin pretenderlo, después de aterrizar de la paja mental que había tenido al verte andar. El segundo se hace eterno, nuestros cuerpos se rozan, subimos la mirada, nuestros ojos nunca habían estado tan cerca. Huelo el perfume que emana de tu cuerpo, mi mano sube rápidamente en busca de tu cintura… no la encuentra, mas si un suave jadeo tuyo llega a mi oído al tu notar un bulto enérgico bajo mi pantalón. Me estoy mordiendo el labio cuando los dos decidimos apartarnos y seguir nuestro camino. Antes de perderme hago la misma operación que tú habías hecho previamente, me doy la vuelta y te miro. Caminas hacia tu mesa, no miras. La que está mirando es la otra chica que esta vez si se da cuenta de que algo pasa.

Me siento desnudado por tu mirada mientras camino hacia mi mesa, la otra chica tampoco deja de mirarme, pero qué más da, tengo tus ojos clavados en mi cuerpo que lo recorren de abajo a arriba. Se me suben los colores, ojala hubiera una grieta para tirarme y desaparecer de la escena. Me termino los espaguetis recordando el emotivo encuentro. Mi corazón palpita, estuvimos a punto de romper la promesa. Se te ve sonriente, contenta en tus pensamientos, viendo que yo he sentido lo mismo que tu. Sabes que, como buen perro que soy, puedo oler perfectamente el húmedo del entre tus piernas que riega el ambiente del Sensaciones. Instintivamente, aprietas fuertemente las piernas cruzadas entre sí como para parar aquello y acto reflejo propinas con un mordisco tus labios, superiores. Tu también has terminado ya, con el delicado ejercicio de comerte los espaguetis de una manera sensual y ciertamente provocadora, no menos que lo que he hecho yo; buscándote, cómplice de nuestro juego de seducción.

Pedimos postre; tú, helado; yo, fruta. El juego es pícaro y descarado, tu forma de comerte el helado y la manera como yo despellejo y muerdo la manzana, no dejan lugar a dudas a nuestra ferviente seguidora de que algo hay entre nosotros. A demás, la forma de cambiar la posición de tus piernas no dejaría indiferente a cualquier hombre, eso sí, hoy soy yo el único privilegiado de presenciarlo. Disimuladamente vemos la cara que pone después de cada movimiento que realizamos. A mí me pone y creo que a ti también, o por lo menos aparentemente no te incomoda que tengamos una observadora. Cada mordisco es dulce como si besara tus pechos, y sin apartar ni un segundo mi mirada de tu mirada. La mano que no sujeta la manzana desaparece bajo la mesa, es difícil poder ver lo que está haciendo, sólo a través de mi mirada, tú, sabes adivinarlo. Y sonríes, y dejas caer, tú también, la mano bajo las faldas de la mesa.

MIRADAS, COMIDA, MANOS.

Un café me arruinaría al no poder evitar tirarme encima de ti, marearía el te mientras espero que enfríe… tus ojos, así que paso y me pido una copita de orujo de hierbas con hielo en baso de tubo. Tú si tomas café. Ahora que nuestra particular espectadora ha marchado, la situación se ha relajado; la presión sanguínea de mi pene ha bajado y he atendido al cerebro que gritaba, desesperado, hace un rato, un poquito de atención. Los dos sabemos que se está acabando nuestro encuentro, mi cuerpo se revela y vuelvo a sentir la energía fluir por mi interior… y empiezo a temblar. Asoman pequeños signos de nerviosismo, por las dos partes; mirada… y sonrisa a tiempo. Los movimientos ahora son dulces y con veneno, nadie quiere irse, pero tampoco ninguno de los dos quiere acercarse al otro y perder la apuesta, así que nos mantenemos cada uno en nuestro sitio, apurando los cigarros y las miradas que calada a calada, en esta última parte de la comida nos hemos dedicado. En un movimiento decidido, nos levantamos a la vez, no ha hecho falta acordarlo previamente, y sin dejar de mirarnos, nos dirigimos a la puerta, abro la puerta y te cedo el paso; en mi mano queda un sorbito de orujo y…


Foto: Montmatre (París), diciembre 2008.

Dedicado a Imma quien me animó a escribir y para Susanna quien me dió la inspiración.

No hay comentarios: