... Colores que cuelgan del cielo gris cuando Padre se despide entre líneas antes de ahogarse en el Atlántico azul. Mis manos suenan como campanillas.
Quedan atrás los kilómetros muy deprisa, huimos de los adoquines que nos agitan, de las calles abandonadas y de playas cómo platos. Llegamos a Porto por la tarde, después de un descansito en Vila do Conde. La ciudad vive agitada por los adoquines y las cuestas. Muchas calles se perdieron en algún tranvía de la evolución y se te descuadran algunos conceptos. Asocio algunos detalles con Argentina, para compararlo con algo y así poder clasificarlo. Me trage una sensación intranquilizadora y no me permitió sumergirme de lleno a las autenticas aguas del Douro.
Nos decidimos a dar un paso de gigante, “stop and go” en Figueira da Foz y visita fugaz a la ola de Cabedelo que rompe con alegría ante un tiempo espeso de lluvia. Llegamos a Nazaré, el pueblo, vestido de blanco, nos impresiona igual que nos sorprende la escasez de olas y de un sitio donde descansar. Tentamos a la suerte, apostamos por Praia Salgado y acertamos; sin grandes construcciones que hacen sombra, rodeado de verde y unos pocos luchadores que se atreven con Neptuno al juego de quién pesca a quién, decidimos dar una tregua al velocímetro y unos momentos para el reencuentro.
3/10/07
Quedan atrás los kilómetros muy deprisa, huimos de los adoquines que nos agitan, de las calles abandonadas y de playas cómo platos. Llegamos a Porto por la tarde, después de un descansito en Vila do Conde. La ciudad vive agitada por los adoquines y las cuestas. Muchas calles se perdieron en algún tranvía de la evolución y se te descuadran algunos conceptos. Asocio algunos detalles con Argentina, para compararlo con algo y así poder clasificarlo. Me trage una sensación intranquilizadora y no me permitió sumergirme de lleno a las autenticas aguas del Douro.
Nos decidimos a dar un paso de gigante, “stop and go” en Figueira da Foz y visita fugaz a la ola de Cabedelo que rompe con alegría ante un tiempo espeso de lluvia. Llegamos a Nazaré, el pueblo, vestido de blanco, nos impresiona igual que nos sorprende la escasez de olas y de un sitio donde descansar. Tentamos a la suerte, apostamos por Praia Salgado y acertamos; sin grandes construcciones que hacen sombra, rodeado de verde y unos pocos luchadores que se atreven con Neptuno al juego de quién pesca a quién, decidimos dar una tregua al velocímetro y unos momentos para el reencuentro.
3/10/07
Foto1: Calle céntrica de Porto.
Foto2: Tranvía de Porto:
Foto3: Praia Salgado.
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